domingo, 7 de octubre de 2012

Todos del pelo

La gran lacra de nuestra democracia es la clase política profesionalizada. Los partidos me recuerdan mucho al modo de funcionar de las empresas privadas, ya que en la mayoría de los casos sus caras visibles VIVEN DE ELLO. Los partidos políticos reciben subvenciones de los Gobiernos y Administraciones, que alcanzan cuantías de sobra para que cada uno de SUS representantes (que dicen serlo de los ciudadanos) puedan vivir a cuerpo de rey. Para muestra, échese un vistazo a este artículo publicado con relación a esta cuestión en 2008: el-negocio-de-la-politica-y-la-financiacion-publica-de-los-partidos-politicos Las subvenciones que reciben los partidos proporcionan el suficiente margen de maniobra para pagar a sus "trabajadores" y llevar a cabo las continuas campañas de autobombo-heterodesprestigio de cara a la población (con frecuencia hasta los propios políticos pierden la perspectiva del verdadero sino de su “Partido”, sobre todo a nivel municipal, y defienden a capa y espada este modo de hacer), siendo ESTO lo único a lo que dedican sus esfuerzos ya que es lo que los MANTIENEN en su status quo. De este modo, lo único que necesitan los partidos es un aliciente extra, algo que ofrecer a sus electores para mantener el interés (y defender posiciones ante sus supuestos adversarios políticos)... y no tiene por qué ser algo necesario, a veces ni siquiera conveniente; con tal de huir de “lo de siempre” (de la conservación y el mantenimiento de lo existente, ya que éstos no “venden”), cualquier cosa nueva podrá emplearse como caballo de batalla, como baza en la partida por los votos (el lector podrá fácilmente identificar proyectos de esta índole en su propia ciudad). Además, si con ello pueden beneficiar a algún amigo o sacar tajada para “La Casa”, mejor todavía. Así pues el negocio de la política acaba siendo realmente lucrativo; a cambio de encauzar el poder democrático, se obtiene un beneficio privado.

¿Cómo podría salirse de este círculo vicioso? A priori, retirar las subvenciones a los partidos podría generar cierto ahorro. Sin embargo, los partidos seguirían existiendo a priori aunque los que obtendrían más dinero serían aquellos que más benefician a los poderes económicos, las clases empresariales, la banca... que los subvencionan a cambio de favores; es decir, lograrían más dinero aquellos partidos que promueven políticas de derechas. Esto hace que, para seguir estando en la cresta de la ola, los partidos deban pactar con esos poderes económicos algunos “tratos”, que fundamentalmente aumentan la brecha social, beneficiando a esos poderes económicos en detrimento de las clases menos pudientes. Como consecuencia de ello, sólo acaban resaltando aquellos que aceptan estos tratos, quedando sin poder quienes no lo hacen (los partidos verdaderamente izquierdistas). Con más dinero para promocionarse, los partidos de derechas pueden atraer con mayor facilidad al electorado, al que pueden decir cualquier cosa en campaña electoral, incluso dando una imagen de progresista o de izquierdas (como es el caso), ya que las demás fuerzas, para haber llegado a ser poderosas, no serán de las que verdaderamente mostrarán una oposición real a las políticas llevadas a cabo por las primeras. A nuestro alrededor vemos que los partidos mayoritarios (y otros emergentes del pelo) son del tipo cuyo funcionamiento real es el de promocionar políticas liberalizadoras del mercado laboral y empresarial, en detrimento de los derechos de las clases más desfavorecidas... a pesar de que uno diga ser progresista. Con los “cambios” de Gobierno, la tendencia iniciada por los precedentes han sido continuadas (por mucho que digan no hacerlo o que en campaña electoral dijeran que no lo harían). Así pues, seguir votando a partidos que tienen este funcionamiento profesional hará que la situación se perpetúe y que las diferencias sociales sigan incrementándose progresivamente. El único modo de salir del círculo vicioso es DESPROFESIONALIZAR la política; que quienes se dedican a ello no puedan vivir de ello. Eso es lo que debemos exigir a quienes nos pidan el voto. Entonces... ¿hay alguna opción política que vaya a apostar por ello?

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