martes, 12 de junio de 2012

Actuación local

Espero que no le moleste por utilizarlo como ejemplo pero ayer me encontraba en twitter con un comentario expresando que el departamento de cultura había tomado la decisión de contratar una txaranga de Ermua para la tanborrada de San Juan de Eibar. Las reacciones al respecto pueden ser recabadas por parte de los lectores interesados en twitter (si se conoce la forma) o aquí: http://eibar.org/blogak/josu/eibarko-udalak-ermuko-txaranga-kontratatu-du-danborradarako-ustekabe-beharrean

La situación concreta me llama la atención: existiendo la posibilidad de contratar un grupo de Eibar, se contrata otro de Ermua. Al parecer se aducen diferencias económicas por parte de la parte contratante, pero la asociación eibarresa que hace la reclamación refiere no haber sido consultada, y que en cualquier caso estarían dispuestos a negociar el precio. Es una situación común en muchos ámbitos, y a eso es a lo que voy. No específicamente al caso de la txaranga, sino a todo lo que representa esta circunstancia: la falta de perspectiva local.

Debemos ser conscientes de que cuanto más promocionemos y “consumamos” producto local, más nos enriquecemos como sociedad, también en el sentido económico. Me explicaré, porque la lógica es sencilla: si pago a mi vecino por un producto, es más probable que ese dinero regrese a mí que si le compro algo similar a los chinos aunque sea a un precio menor para mi bolsillo (en ese caso, la tela viajará leeeeeejos, y nunca más sabré de ella).

Si ampliamos la perspectiva y aumentamos el número de personas que pagamos y el número de chinos… cada vez seremos (como sociedad) más pobres.

Lo mismo debe aplicarse para con el resto de relaciones: con otros países, con otras provincias, con otros municipios… es exactamente lo mismo. Cuanto más lejana la relación con aquellos a quienes damos nuestro dinero, menor probabilidad de que regrese a nosotros y, finalmente, más pobres nos volveremos.

Por tanto, la regla fundamental a seguir debería ser “priorizar lo más cercano”. Primero lo local, después lo comarcal, provincial, autonómico, estatal,… Ser conscientes de nuestras actividades económicas Y DE LAS DE AQUELLOS CON LAS QUE NOS RELACIONAMOS, para actuar de la forma que más nos va a beneficiar como sociedad.

PLANTEEMOS UN PROBLEMA: no soy tan rico como para desperdiciar mi dinero en la plaza del mercado de abastos, de modo que voy a una gran superficie que me ofrece productos a un precio menor.

Veamos las soluciones posibles:
Persona pobre: realmente sin suficiente poder adquisitivo. En su caso es lógico, no se le puede reprochar nada. Sólo esperemos que la sociedad no pase a componerse mayoritariamente de personas en su situación (¡la habríamos cagado!). Después volveremos con ellos y abordaremos cómo se ha llegado a ese punto.
Persona pudiente (no necesariamente alguien rico): persona con poder adquisitivo suficiente. Si tiene la posibilidad, debe cooperar al desarrollo local. Veamos por qué:
  • Si compra local, la sociedad local se enriquece: los impuestos revierten en la sociedad y el dinero fluye internamente, aumentando la demanda y oferta locales y, por tanto, el empleo local y los servicios sociales/comunitarios incluyendo educación y sanidad. La educación, a su vez, facilita la adquisición de valores para el desarrollo local, incrementando su efecto y perpetuación.
  • Si no compra local, exporta riqueza, disminuyendo la de la sociedad local. Sólo se benefician los intermediarios, con lo que se abre una brecha económica (ricos y pobres). A un corto plazo puede parecer que individualmente se ahorra, pero al contribuir con ello al empobrecimiento social, incrementa la probabilidad del desempleo, aumentando el número de personas sin poder adquisitivo suficiente, que perpetúan la situación.

¿Ven? Claramente se observa que los pobres no pueden sacar a la sociedad de la situación de empobrecimiento mediante el consumo, mientras que la actitud “ahorradora” de los que pueden hacerlo nos lleva precisamente a que cada vez más pudientes pasen a engrosar el bloque de los pobres. Finalmente, se establece una brecha social, situaciones de crisis socioeconómica que cada vez van a más… Ahí andamos más o menos.

¿Qué cuerpo se nos queda?

Bien, ahora observemos a las instituciones públicas: ¿cuál es la situación que cabría esperarse de ellas? Digo yo que la de ser solventes, ¿verdad? Y si no lo son, es que algo han hecho mal, pero piden dinero prestado, ¿o no?
Lo que debe esperarse de ellas es que se comporten de acuerdo a las mismas premisas que los individuos pudientes. Que promocionen lo local. ¿Que tienen que pagar algo más? Que lo hagan, una parte volverá.
El problema de las instituciones es que su efecto es el mismo que el de los individuos multiplicado decenas, cientos, o miles de veces. De modo que pueden ser aún más responsables del empobrecimiento social si toman actitudes inadecuadas.
Por ejemplo: un ayuntamiento necesita comprar visagras para arreglar las puertas de los edificios públicos de la ciudad. Con el fin de ahorrar en costes presupuestarios, se las compra a una empresa china, en lugar de a un taller de su misma ciudad que los produce. Excelente: se ha perdido riqueza local (porque todo ese dinero se va para China y es poco probable que vuelva) y se ha incrementado la probabilidad de que el taller del pueblo cierre o entre en ERE con las consecuentes pérdidas de poder adquisitivo de sus trabajadores.

Por tanto, debemos exigir políticas de inversión local (¡y cuanto más local, mejor, sin menospreciar ni un solo nivel de cercanía!) y desconfiar de aquellas que promocionan el ahorro a la ligera. Si hay que pagar impuestos para que ese dinero sea invertido en el desarrollo local (no en banca, ¡ojo!), se pagan. Si se hace de forma proporcional, seguirá siendo factible y justo: los más pudientes pondrán más y los más pobres, menos. Así se logrará evitar la brecha social.
¡Pero cuidado! ¡A ver cómo se gestionan esas inversiones locales! Igual de necesario resulta conocer cada uno de los conceptos en los que se invierte para detectar los círculos en los que se mueve la inversión; lo que antes decíamos de las actividades económicas de AQUELLOS CON LOS QUE NOS RELACIONAMOS. Si resulta que se invierte en empresas que se dedican a importar, ¡estamos en las mismas!


Ésta es una carrera de fondo. No se recoge la cosecha en cuanto se siembran las semillas. Pero los frutos que se obtienen son dulces y abundantes.

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