viernes, 25 de mayo de 2012

Del sistema político y la participación ciudadana

Resulta curioso observar las contradicciones en las que caen algunos políticos cuando tienen que presentar las bondades de su candidatura, en comparación con las de otras agrupaciones, al público general (no necesariamente en el llamado periodo electoral). Una cosa bastante “poco limpia”, por ser benévolo en la apreciación.

Como muestra, sólo se requiere escuchar las declaraciones de los diversos profesionales de la política, representantes nuestros, de todos. Un mismo individuo de estos puede soltar en la misma intervención que tal otro partido (habitualmente el que está en el cargo del gobierno del ámbito que toque) “no tiene programa político” o “lo hace mal” porque va a suspender la ejecución de algunos proyectos/actividades que el anterior ejecutivo había planteado, y, al mismo tiempo, criticar por excesivos otros proyectos planteados por estos gobernantes actuales, aduciendo al argumento demagógico de que los mismos generan gasto público, vaciando “los bolsillos de los ciudadanos”.

El ciudadano de a pie no sabrá mucho (esa es la idea) pero es conocedor de que la alternancia política genera cambios, o eso pretende, que para algo va a votar! (el que no lo hace quizá haya trascendido el nivel “de a pie” y se esté introduciendo en el mundo de los "indignados", o, por el contrario, ya haya decidido sublimar ese foco de frustración con otras cosas más baladíes, en general, el fútbol). El caso es que si un partido político que pasa al poder tiene un programa distinto del del ejecutivo anterior, es lógico que se incremente el gasto en esos conceptos que cambian (se pasa, de “no gastar nada” en tal cosa a “gastar algo”, como es lógico), y que disminuya en otras cuestiones que se deciden cancelar… lo que no significa otra cosa más que que se sigue un ordenamiento político distinto, un concepto diferente de gestionar “la ciudad” (polis) tal y como la ciudadanía había plasmado en las urnas.

Claro… otra cosa es que para algunas cuestiones queramos unas cosas y para otras, otras. Tampoco es justo (y véase que así lo plantean la mayoría de los partidos políticos) que se quieran legitimar las decisiones políticas adoptadas con el "simple" hecho de haber obtenido una mayoría de votos en las elecciones de unos ámbitos, y que en otros el mismo partido pida la realización de referendums o convocatorias a la participación ciudadana por no disponer de una mayoría que les permita hacer lo que ellos quieren. Está claro que la ciudadanía, incluso los votantes de un partido “x”, no estarán de acuerdo con la totalidad de lo planteado en su programa, pero es muy poco ético que los partidos empleen un rasero diferente según les convenga.

El deseo de participación de la ciudadanía en la toma de decisiones políticas viene adquiriendo fuerza como requerimiento social, tal vez más en los últimos años debido a la especial situación de desamparo propiciada por la crisis económica, que también ha puesto de manifiesto los problemas identitarios y éticos o “de valores”, de la que no pocos depredadores tratan de sacar tajada. Bien organizada, una sociedad puede acercarse mucho a la práctica de una política basada esencialmente en las decisiones tomadas por la ciudadanía, sobre todo a nivel local. Evidentemente tiene que haber cuestiones que sean decididas con independencia en cada uno de los ámbitos de los servicios públicos/políticos (a nadie se le ocurriría pensar que un juez pueda ser elegido en votación por los ciudadanos… bueno, mejor no tiro por ahí), por lo que sí seguiría, probablemente, siendo necesaria cierta representación política.

Entonces, ¿cuál sería la función de los partidos políticos aparte de esas funciones representativas reducidas (sobre todo de control mutuo) que decíamos? Pues, en esencia, la misma que la actual pero sin disponer de un poder directo en esos aspectos a decidir por la ciudadanía. Es decir, se dedicarían, a la hora de que la ciudadanía tuviera que tomar unas u otras decisiones, a dar asesoramiento de acuerdo a sus planteamientos o intereses. Al fin y al cabo, cuando en elecciones un partido plantea un programa político a llevar a cabo en caso de ser elegidos por la mayoría de los ciudadanos, no se trata más que de un planteamiento de determinados intereses. El problema es que la mayoría de las veces no necesitan argumentar esos programas, sólo se requiere que “pinten bien” al ojo inexperto del común de los mortales. En campaña electoral, simplemente exponen el programa (a veces ni eso, un par de bolis, caramelos y banderitas con vivos colores resultan más de lo que esperan para después desde la perspectiva de muchos ciudadanos) y, si el partido “gana”, intentan llevar a cabo sus propuestas durante la legislatura (con sus gastos en unos aspectos y sus ahorros en otros, lógica pura), aunque si no lo logran, la poltrona la tienen igualmente por más o por menos tiempo. En cualquier caso, ¿de dónde vienen esos intereses a los que me refería? Se supone que de un concepto “ideológico” (socialismo, liberalismo, nacionalismos culturales o económicos, etc. etc.); pero, ¿en serio las políticas de algún partido que conozcamos se rigen ya hoy en día por una ideología pura? Alguno quedará (lo dudo), pero hay que hacer una lectura muy crítica, ya que todos incurrirán en contradicciones, lo que también es lógico, ¿cómo van a posicionarse en un sentido único los partidos si ni siquiera cada ciudadano lo hace de forma tan precisa en su propia individualidad? Por eso sería tan bueno que fuera la ciudadanía la que directamente tomara las decisiones. Porque así se podrían tomar las decisiones de una forma más adecuada y justa para con todos y, por si ello fuera poco, se tendría un tema menos del que hablar en tertulias vanas, dejando más tiempo al desarrollo personal de cada uno.

Resulta desolador encontrarse con una plana política que lo único que sabe hacer es descalificar al otro, seguir las directrices de sus grupos de presión (que son, realmente, a quienes representan) y que tiene tan asumida (y deseada) su posición “profesional”, que no tiene interés en que las cosas cambien, de modo que, como ellos tienen el poder, no lo harán. La alternativa tendrá que salir desde el propio sistema. Las demás opciones resultarían demasiado drásticas y, a su vez, contradictorias con todo lo anteriormente dicho.

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